sábado, 2 de febrero de 2008

Cuando uno no es el primero sino el tercero

La Flecha
Tu Diario de Ciencia y Tecnología
Sábado 2 de febrero del 2008

Es bien conocida la carrera para llegar a la Luna que protagonizaron americanos y rusos, y que ganaron los primeros con el alunizaje de la nave Apolo 11 en 1969. Pero aunque en la memoria colectiva la victoria estadounidense se haya grabado indeleblemente, ésta fue en gran parte consecuencia de su derrota en otro reto: poner un satélite en órbita. Por Annia Domenech de Caos y Ciencia.

Fue Sputnik el pionero de los satélites espaciales al ser lanzado el 4 de octubre de 1957, hecho que dio comienzo a la carrera espacial. De nacionalidad rusa, tardaba 98 minutos en recorrer la órbita terrestre en una trayectoria elíptica. Medía sólo 58 cm de diámetro, pero su superficie brillante de aluminio pulido lo hacía bien visible desde la Tierra al reflejar la radiación solar, al mismo tiempo que se podía oír el bipbipbip enviado por sus dos radiotransmisores utilizando una radio doméstica.
Durante tres semanas, el primer objeto construido por el hombre que abandonó la atmósfera del planeta, dio información a los científicos soviéticos con señales de radio. Emitía a una cierta frecuencia, que usaban las estaciones terrestres para, por triangulación, ubicar su posición y las de ellas. De 83,6 kg de peso, en gran parte por sus pesadas baterías, conmocionó el mundo, especialmente el estadounidense. Aunque en los círculos científicos americanos el logro de sus colegas rusos fue admirado adecuadamente, el ciudadano de a pie temió por su seguridad, pues pensó que la URSS también podría lanzar misiles cargados con armas nucleares.
Lo cierto es que el alarmismo provocado por el exitoso lanzamiento del Sputnik fue incongruente. Con motivo de la celebración del Año Geofísico Internacional, que iba a tener lugar de julio de 1957 hasta diciembre de 1958 coincidiendo con el máximo de actividad solar que ocurre cada 11 años, se hizo una llamada al lanzamiento de satélites al espacio para el estudio de la superficie y atmósfera terrestres. Tanto la URSS como EE.UU. notificaron su intención de responder a dicha demanda, así que no tuvo nada de extraño que la primera, que además había informado poco antes de que el lanzamiento era inminente, lo realizara.

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